Nacimiento de Jesucristo (Navidad).
http://www.fatheralexander.org/booklets/spanish/fiestas_mayores_s_1.htm#_Toc52671788
Poco antes del nacimiento del Salvador, el emperador romano Augusto ordenó que se hiciera un censo general de toda la población. Entre los hebreos, los registros se llevaban por tribus, pueblos y por lugares de nacimiento, y cada uno de ellos tenía determinados sus propias ciudades y aldeas donde se guardaban los registros genealógicos. En vista de que Belén era el lugar de nacimiento del rey David, es que se la consideraba como la ciudad de su familia y de todos sus descendientes.
No cabe ninguna duda que no fue sin la intervención de la Providencia Divina que fue dictado el edicto del César que ordenaba la reinscripción de toda la población, ya que Jesucristo debía nacer en Belén, y no en Nazaret donde residía en ese entonces la Virgen María. Así es como lo predijo el profeta Miqueas: "Y tú, Belén, tierra de Judá, en nada eres menor a los capitanes de Judá, porque de ti saldrá un Guía, que apacentará a mi pueblo Israel" (Miqueas 5:2). La Santísima Virgen María, era huérfana total, y como única heredera del nombre y de los bienes patrimoniales de su familia, al igual que todos los hombres, también estaba sujeta a realizar la reinscripción. Encontrándose en los últimos días de Su embarazo, debía ir junto con su pariente-tutor, el anciano José, a su ciudad natal, Belén, para cumplir con la ordenanza del censo.
Tomando en cuenta el estado de la Virgen María, el viaje desde Nazareth a Belén podía llegar a prolongarse alrededor de tres días de camino. Cuando llegaron allí, la Virgen María con José, no pudieron encontrar ningún lugar para hospedarse, debido a la gran cantidad de gente que había arribado para cumplir con el censo. Habiendo encontrado cerca de Belén una gruta, donde los pastores metían su ganado cuando el tiempo era inclemente, y por no tener otro lugar donde albergarse, José y la Purísima Virgen se ubicaron en ella. La gruta estaba vacía, ya que por causa del buen tiempo reinante, los pastores se quedaron con sus ovejas en el campo.
Y así, en esta humilde caverna, apartados de todos, durante el silencio de la noche, la Virgen María sin dolencia alguna, y sin ayuda ajena, dio a luz a nuestro Señor Jesucristo — al Salvador prometido para el mundo. Tomando en cuenta las profecías de Isaías (Is. 7:14), la Iglesia Ortodoxa enseña, que no solo la concepción del Salvador fue sobrenatural, sino que también durante el nacimiento, y aun después del milagroso nacimiento del Niño, Su Madre permaneció Virgen, en cumplimiento de la promesa de virginidad que había hecho. Según las tradiciones hebreas, el Mesías debía nacer en el mes "quisleve" — el noveno mes de acuerdo al cálculo hebreo, y según nuestro calendario — en Diciembre. Aunque la fecha exacta del Nacimiento no se conoce, este acontecimiento comenzó más adelante a celebrarse por la Iglesia el 25 de Diciembre.
Después de dar a luz al Divino Niño, al Dios-Hombre, al Salvador del mundo, Jesucristo, la Madre de Dios, por si Misma Lo tomó en Sus manos, Lo envolvió en pañales y Lo puso en un pesebre, que había excavado en la gruta para dar alimento al ganado. Las devotas tradiciones complementan el relato Evangélico, diciendo que también se encontraban allí un buey y un asno, los cuales, estando al lado del pesebre, calentaban con su aliento al Divino Niño, que reposaba en él.
A esas horas de la medianoche, Belén y sus alrededores estaban sumergidos en un profundo sueño. Sólo en esta humilde gruta había animación: la Madre de Dios y el justo José estaban diligentes ante el Recién Nacido. En el campo, en las cercanías de la gruta había rebaños descansando, vigilados por pastores.
En medio de este divino silencio nocturno, de pronto se apareció a los pastores el Ángel del Señor envuelto en una resplandeciente luz y dijo: "¡No temáis! Porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, quien es Cristo el Señor. Esto os servirá de señal: hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre." Inmediatamente después de esto se presentó una innumerable cantidad de Ángeles, que cantaban aquel maravilloso cántico, que aún hasta hoy en día toda la gente escucha con emoción. "Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, para con los hombres de buena voluntad" (Lucas 2:10-14).
Después que los Ángeles se alejaron, los pastores, volviendo en si, se apresuraron hacia el lugar que les había sido indicado, hacia la gruta, y entrando en ella, reverenciaron al Divino Niño. Cuando el Justo José escuchó de los pastores el relato acerca de la aparición de los Ángeles, se convenció, de que tanto la concepción, como el nacimiento del Niño de la Virgen María, era obra del Dios Todopoderoso, en cumplimiento de las antiguas profecías acerca de Mesías.
Según la tradición, la Virgen María con el Divino Niño y José pasaron en la gruta de Belén unos cuarenta días. Fue allí mismo, que al octavo día después del nacimiento, realizaron sobre el Niño el rito de la circuncisión, en cumplimiento de lo establecido por la Ley, dándole el nombre de Jesús, según el mandato del Arcángel Gabriel.
El cálculo del calendario cristiano, que es aceptado por todas las naciones desarrolladas, debe su origen al monje romano del siglo 6-o, Dionisio el Menor. Según sus cómputos, el Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo sucedió en el año 754 después de la fundación de Roma. Sin embargo más adelante, Ideler, conocido astrónomo alemán (l846) contabilizó, que el Nacimiento de Jesucristo sucedió algo antes — en el 749 o 750 después de la fundación de Roma. Si tuviéramos en cuenta sus estudios, como más correctos, tendríamos que agregar al año en curso unos cuatro años más.
Poco antes del nacimiento del Salvador, el emperador romano Augusto ordenó que se hiciera un censo general de toda la población. Entre los hebreos, los registros se llevaban por tribus, pueblos y por lugares de nacimiento, y cada uno de ellos tenía determinados sus propias ciudades y aldeas donde se guardaban los registros genealógicos. En vista de que Belén era el lugar de nacimiento del rey David, es que se la consideraba como la ciudad de su familia y de todos sus descendientes.
No cabe ninguna duda que no fue sin la intervención de la Providencia Divina que fue dictado el edicto del César que ordenaba la reinscripción de toda la población, ya que Jesucristo debía nacer en Belén, y no en Nazaret donde residía en ese entonces la Virgen María. Así es como lo predijo el profeta Miqueas: "Y tú, Belén, tierra de Judá, en nada eres menor a los capitanes de Judá, porque de ti saldrá un Guía, que apacentará a mi pueblo Israel" (Miqueas 5:2). La Santísima Virgen María, era huérfana total, y como única heredera del nombre y de los bienes patrimoniales de su familia, al igual que todos los hombres, también estaba sujeta a realizar la reinscripción. Encontrándose en los últimos días de Su embarazo, debía ir junto con su pariente-tutor, el anciano José, a su ciudad natal, Belén, para cumplir con la ordenanza del censo.
Tomando en cuenta el estado de la Virgen María, el viaje desde Nazareth a Belén podía llegar a prolongarse alrededor de tres días de camino. Cuando llegaron allí, la Virgen María con José, no pudieron encontrar ningún lugar para hospedarse, debido a la gran cantidad de gente que había arribado para cumplir con el censo. Habiendo encontrado cerca de Belén una gruta, donde los pastores metían su ganado cuando el tiempo era inclemente, y por no tener otro lugar donde albergarse, José y la Purísima Virgen se ubicaron en ella. La gruta estaba vacía, ya que por causa del buen tiempo reinante, los pastores se quedaron con sus ovejas en el campo.
Y así, en esta humilde caverna, apartados de todos, durante el silencio de la noche, la Virgen María sin dolencia alguna, y sin ayuda ajena, dio a luz a nuestro Señor Jesucristo — al Salvador prometido para el mundo. Tomando en cuenta las profecías de Isaías (Is. 7:14), la Iglesia Ortodoxa enseña, que no solo la concepción del Salvador fue sobrenatural, sino que también durante el nacimiento, y aun después del milagroso nacimiento del Niño, Su Madre permaneció Virgen, en cumplimiento de la promesa de virginidad que había hecho. Según las tradiciones hebreas, el Mesías debía nacer en el mes "quisleve" — el noveno mes de acuerdo al cálculo hebreo, y según nuestro calendario — en Diciembre. Aunque la fecha exacta del Nacimiento no se conoce, este acontecimiento comenzó más adelante a celebrarse por la Iglesia el 25 de Diciembre.
Después de dar a luz al Divino Niño, al Dios-Hombre, al Salvador del mundo, Jesucristo, la Madre de Dios, por si Misma Lo tomó en Sus manos, Lo envolvió en pañales y Lo puso en un pesebre, que había excavado en la gruta para dar alimento al ganado. Las devotas tradiciones complementan el relato Evangélico, diciendo que también se encontraban allí un buey y un asno, los cuales, estando al lado del pesebre, calentaban con su aliento al Divino Niño, que reposaba en él.
A esas horas de la medianoche, Belén y sus alrededores estaban sumergidos en un profundo sueño. Sólo en esta humilde gruta había animación: la Madre de Dios y el justo José estaban diligentes ante el Recién Nacido. En el campo, en las cercanías de la gruta había rebaños descansando, vigilados por pastores.
En medio de este divino silencio nocturno, de pronto se apareció a los pastores el Ángel del Señor envuelto en una resplandeciente luz y dijo: "¡No temáis! Porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, quien es Cristo el Señor. Esto os servirá de señal: hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre." Inmediatamente después de esto se presentó una innumerable cantidad de Ángeles, que cantaban aquel maravilloso cántico, que aún hasta hoy en día toda la gente escucha con emoción. "Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, para con los hombres de buena voluntad" (Lucas 2:10-14).
Después que los Ángeles se alejaron, los pastores, volviendo en si, se apresuraron hacia el lugar que les había sido indicado, hacia la gruta, y entrando en ella, reverenciaron al Divino Niño. Cuando el Justo José escuchó de los pastores el relato acerca de la aparición de los Ángeles, se convenció, de que tanto la concepción, como el nacimiento del Niño de la Virgen María, era obra del Dios Todopoderoso, en cumplimiento de las antiguas profecías acerca de Mesías.
Según la tradición, la Virgen María con el Divino Niño y José pasaron en la gruta de Belén unos cuarenta días. Fue allí mismo, que al octavo día después del nacimiento, realizaron sobre el Niño el rito de la circuncisión, en cumplimiento de lo establecido por la Ley, dándole el nombre de Jesús, según el mandato del Arcángel Gabriel.
El cálculo del calendario cristiano, que es aceptado por todas las naciones desarrolladas, debe su origen al monje romano del siglo 6-o, Dionisio el Menor. Según sus cómputos, el Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo sucedió en el año 754 después de la fundación de Roma. Sin embargo más adelante, Ideler, conocido astrónomo alemán (l846) contabilizó, que el Nacimiento de Jesucristo sucedió algo antes — en el 749 o 750 después de la fundación de Roma. Si tuviéramos en cuenta sus estudios, como más correctos, tendríamos que agregar al año en curso unos cuatro años más.
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Tropario Tono 4:
Tu nacimiento, oh Cristo Dios nuestro, ha irradiado sobre el mundo la luz de la sabiduría. Porque los que se postraban ante los astros, por los astros aprendieron a adorarte a Ti, oh Sol de Justicia, y de conocer, que de las alturas del oriente viniste, oh Señor gloria a Ti.
Kontaquio Tono 3:
Hoy la virgen da a luz al excelso en esencia, la tierra ofrece la gruta al que es Inaccesible, los Ángeles con los pastores alaban, y los magos siguen la estrella en el camino. Porque por causa de nosotros ha nacido un Niño nuevo, que es Dios pret-eterno.
La Benemérita:
Por temer ofenderte, Virgen María, guardemos silencio, por el conflicto, de que por amor a Ti, ofrecerte canciones sabiamente compuestas, no es fácil. Mas Tú Misma, Madre, concédenos ese arte según nuestro celo.
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